Mi vida ha sido como la mar.
He tenido en ella la enorme generosidad de la fuente de toda existencia.
Desde su inicio hubo movimiento. Cuando le anunciaron a mi madre que estaba embarazada, fue muy feliz. Sólo que el médico le dijo, al mismo tiempo, que yo podría nacer a partir de 11 de Octubre (porque se cumplía el mínimo de semanas que un embarazo humano saludable implica). A lo que mi madre respondió que eso sería imposible, pues ella se había casado el 24 de enero, y antes del 24 de Octubre su madre (mi estricta abuela), pensaría que había sido “indecente” (como se catalogaba a aquellas mujeres que se atrevían a tener relaciones sexuales antes de contraer nupcias).
Supongo que desde entonces fui una rebelde insufrible a esos pensamientos limitantes, pues nací el día 19…. Y mi mamá tuvo que llevar a mi abuela al médico para que este le explicara que aquello era normal, y que no se había saltado ninguna regla moral.
Y así ha sido mi vida. Un juego permanente de tensión y relajación. Un permanente tomar y soltar… Protegerme y proteger…. Dar y recibir… un vaivén interminable entre el cerca y el lejos…. La compañía y la soledad…. El amor y el desamor… la angustia y la paz…. El movimiento y la quietud… el sonido y el silencio.
En esa danza permanente ha habido intensidades diversas. Algunas inesperadas y otras previsibles.
He vivido movimientos muy violentos, de esos que golpean el risco, con gran estruendo, pero tan solo son expresión de la naturaleza, que prueba el material del que estoy hecha. Ha habido otros, que quizás menos ruidosos, han logrado rasgar la roca, dando lugar a otras formas, no menos útiles y bellas.
Ha habido lapsos de tranquilidad, en que el vaivén del agua se ha encargado de esculpir la piedra, suavizando su forma, e incluso reduciéndola a granos de suave arena, que acarician a quienes han llegado.
Algunos han disfrutado tanto de tal halago que han decidido quedarse, a pesar de tener que experimentar también los días tormentosos, mostrando su entereza, valentía y amor por la vida.
Otros, simplemente, a la primera marea alta, han decidido retirarse, miedosos de sus propias fantasías catastróficas asociadas con el mar… por lo que les contaron quienes temen a la vida… por lo que imaginaron, víctimas de sus culpas, sus miedos ó pesadillas.
Cada vez que experimento esa marea baja, esa playa calma, la caricia del agua en mis pies cual arrullo de sirena, sé perfectamente que requiero aceptarle y disfrutarle al máximo, pues en cualquier momento el viento y las mareas cambiarán, las olas se elevarán y el silencio se romperá, para dar paso a la transformación… a la obscuridad y la tormenta… a la muerte de lo anteriormente establecido. Tan solo para fortalecerme aún más, y ser testigo nuevamente de un fresco despertar y renacer…. De un renovado y dorado amanecer, bailando divertido en el reflejo del sol sobre las olas.
Mi Vida es la Mar… Por ello nunca he podido, por largo tiempo, habitar lejos de la costa. Descubrí que soy sirena, hija de Poseidón y Afrodita… Y lejos del mar tengo la sensación de que me seco, que la rigidez me atrapa y se me va la alegría.
Mi Vida es como la Mar… por ello te pido duc in altum…. llévame Mar adentro.
Por ello, mi presencia artística, cuya traducción etimológica, al tiempo que la más sencilla expresión de mi poderosa y sutil esencia, sería “La Única del Mar”: Fátima D’L Mar.
Porque la que realmente escribe de su andar, su sentir y descubrir, es mi Vida… Yo tan sólo soy la mano que, contemplativa y extasiada, sujeta y desliza la pluma.
Fátima D’L Mar
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